domingo, 18 de octubre de 2009

LA OREJA EN SU LABERINTO


He aprendido a caminar por los laberintos de una oreja

a encontrar la salida antes de caer hondamente

a girar en espirales sabiéndome perdida.


He aprendido a descifrar errores

a entender que el pasaje Lídice es un apéndice de San Antonio

a mirar con la pupila y no con la conjuntiva.


De a poco me vuelvo humana en este vértice

y humanas se vuelven mis manos cuando tocan mi oreja,

eso debió sentir Vincent cuando se la arrancó.


Dependo de una oreja-brújula en esta ciudad

y de unas cuantas manos que me la acerquen...

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